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Sin que se lo haya propuesto, la obra de Lorena Chávez (Cali, 35 años) tiene como constante la humedad, cuya presencia, tácita o explícita, se repite una y otra vez en sus imágenes. Su obra parte de una búsqueda espiritual y persigue algo incomprensible.

Buenaventura está muy presente en sus imágenes. Su madre y padre vivieron allí en su juventud y la familia pasó muchas vacaciones con el puerto como trasfondo. Esta artista, egresada de Comunicación Social de la Universidad del Valle, con Maestría en Artes Plásticas de la Universidad Nacional, vivió buena parte de su infancia recorriendo esas calles, acompañada de la presencia del mar, pero, aunque su obra generalmente encuentre ese escenario, su propósito no es representar su infancia o la nostalgia de los años que se fueron. Manifiesta que su vínculo con Buenaventura es inexplicable. 

Sus obras dan fe de la búsqueda de una cierta temporalidad a través del ejercicio del retrato, pero también -como lo registra una de sus piezas titulada “Tres pisos de lluvia”– del sonido de la lluvia mientras recorre las escaleras de una casa hacia arriba. La humedad insiste en su obra.

Más allá de buscar la huella físicamente, su trabajo invita a pensar en lo que no se ve, en lo “que no se puede captar con los sentidos”. Un claro ejemplo es la serie “Morar” que presentó en la Feria del Millón 2021, donde desde la misma quietud de la imagen se revela un movimiento. 

Un barco de carga, enorme, diferente a las pequeñas embarcaciones de los pesqueros, es reconocible a los ojos. Aquí, su mirada lleva a jugar con la memoria colectiva, con lo que la imagen del barco significa en la experiencia humana.

Los elementos que componen las imágenes, desde el concepto circular -el círculo que invita a estar adentro y afuera- que aparece permanentemente, hasta los colores apacibles de los espacios, estructuran un paisaje, una especie de ambiente que nos enfrenta a nosotros mismos. Una fotografía de Lorena Chávez podría ser un espejo para el espectador. ¿Qué nos dicen esas ventanas circulares, que desde la experiencia de un interior, ofrecen, a la vista, la amplitud de un afuera?

En sus fotografías se siente esa tensión entre la vida cotidiana y la vida que “puede ser”. Esos interiores de barcos, de alguna manera, traen el deseo de conectar con el propio interior. Por eso esa temporalidad inasible. Con su obra, está claro que el arte busca dejarnos más preguntas que respuestas.

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